Feminismo, Género, Revista Divergentes

Un análisis feminista sobre la locura

Según nos cuentan Paula Paredes y Carola Alarcón, autoras de este ensayo perteneciente al primer número Revista Divergentes, fruto de un estudio de Cordes, Colectivos de inclusión y Salud Mental,  dedicado a pensar la relación entre locura y feminismo,  en 1975 se habría fundado la Comunidad Terapéutica de Peñalolen. La cual, a principios de los años 90 y gracias a cierta colaboración técnica y financiera, se habría consolidado como un Programa de Reahabiliración Diurno Ambulatorio, enfocando su atención en salud mental ATS (Atensión Primaria de Salud). Todo el trabajo de análisis de su reflexión da cuenta de la experiencia de intervención contextualizada en dicha institución, en búsqueda de un planteamiento político feminista, interesándose en la temporalidad histórica como detonante terapéutico en relación al lugar de la mujer en la práctica clínica. Una pregunta que parece rondar el cuerpo del ensayo podria ser impresa del siguiente modo, ¿cuál es la significación y el potencial del material psicobiográfico cuando aquello que el discurso de la psiquiatría y las ciencias biomédicas han llamado «trastorno o enfermedad mental» es concebido como el reencuentro de una racionalidad que reasume, positivamente, el nombre de «locura»?

«En el trabajo con la locura, no es la represión de la historia lo que define la dinámica de su inscripción en el tiempo. Se trata de una desgarradura que afecta al aparato psíquico y a la posibilidad de simbolizar. De hacer un trabajo de traducción, metaforización, escritura, incluso de olvido».

A partir del testimonio de algunas de algunas de las personas allí internadas y del análsis contextual ya mencionado, se da paso a un menú de temás característicos a la problemática de género: desde la naturalización del ser madre como un constructo íntimo e inapegable de la mujer, hasta una revisión (algo breve e imprescindible) de la construcción del género en el feminismo. Esta última atraviesa una línea que va desde la Declaración de los Derechos de la Mujer hasta el supuesto de la objetividad masculina del orden patriarcal moderno y el lugar de las profesionales de salud en la actualidad.

Antes de dejarlos con el texto mismo, muy necesario el resaltar la manera en que deviene determinante el contexto y la tipología de las mujeres que atraviesan la Comunidad Teraéutica, ella se caracteriza, como es lógico percibirlo en nuestra sociedad, por distintas clases de violencias, ya sea públicas o privadas y que ha sido motivo de la investigación de distintos centros de estudio e instituciones del país.

«Actualmente, son parte de la Comunidad personas adultas, hombres y mujeres con sufrimiento mental. Las mujeres que han llegado a la comunidad, históricamente han sido “diagnosticadas psiquiátricamente” con categorías y etiquetas tales como esquizofrenia, trastorno de personalidad, retardo mental, depresión psicótica, y en el constructo social, categorizadas como histéricas y locas de manera despectiva. A lo anterior, se suman experiencias colectivas de alta vulnerabilidad psicosocial, es decir, bajo nivel socioeconómico, escasa oportunidad de acceso a derechos como salud, educación, trabajo, protección social, vivienda y participación comunitaria. Algunas de ellas con trayectorias marcadas tanto por la sistemática institucionalización en diversas entidades médicas psiquiátricas, como por procesos de institucionalización que se inician durante la infancia en recintos estatales de cuidados de menores o instituciones religiosas de auxilio».

Les invitamos a continuar con la experiencia de la lectura de este provocador ensayo realizado por Paula Paredes y Carola Alarcón, contenido en el primer N° de nuestra Revista Divergentes.

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