Ps. Dominick Rivas
Este 31 de marzo se conmemora el día internacional de la visibilidad transgénero y de la sensibilización contra la discriminación hacia las personas trans. Festividad fundada el año 2009 en honor a la activista transgénero Michigan Rachel Cradall, quien ha dedicado su vida a
enfrentarse a la discriminación y convencionalismos sociales que repercuten en la población trans, para ya en el año 2014 comenzar a ser celebrado por activistas de distintas partes del mundo.
Chile por su lado es un país que ha incursionado en políticas de apoyo a la comunidad trans desde la implementación de la Ley de Identidad de Género el año 2018 y la distribución de la Circular n° 812 en los establecimientos educacionales, con lo que pareciera que se les entrega un
sostén desde el plano de lo legal a personas que no se sienten identificadxs con el sexo asignado al nacer.
Pero ¿qué ocurre con lo social?
La discriminación es un fenómeno que sigue resonando en la comunidad, en donde de acuerdo a la Encuesta T, un 97% de lxs encuestadxs declara haber sufrido cuestionamiento a su identidad de género como una forma de violencia, mientras que el 42% relata que la han ignorado y un 36% han recibido agresión verbal por esta (Encuesta T, 2017). Entonces, ¿hemos o no hemos avanzado en contra de la discriminación?, podríamos afirmar que los avances más notables son en contextos escolares, donde la normativa protocolariza los escenarios de discriminación facilitando la denuncia y la activación de los conductos regulares; así también, los contextos laborales contarían con este alero a través de la ley antidiscriminación, pero, aun así, pareciera que algo falta.
Comprendemos que han existido avances, pero la práctica devela una realidad más intrincada y compleja. Ejemplo de ello es la discriminación que ocurre en los propios hogares de las personas que están transicionando o han transicionado, siendo un 59,5% de quienes conviven con ellxs lxs responsables de cometer abusos o vulneración de derechos (MOVILH, 2021), repercutiendo en los parámetros de aceptación propios y motivación para infringirse daño a través de diversos mecanismos como el aislamiento social, consumo de drogas, mutilación y/o intentos de suicidio.
A su vez, la variable de género no es un factor inocuo, es ampliamente sabido los estresores socioculturales que implica ser mujer en una sociedad machista y patriarcal, por lo que reconocerse como mujer incluye tanto una manera de “vestirse apropiadamente” hasta la forma
de desenvolverse y expresarse. Por su lado, en las masculinidades pareciera existir un fuerte mandato por el cumplir y calzar con los parámetros establecidos en la sociedad de lo que es considerado ser un hombre, constriñendo y limitando la manera de concebirse para ser
reconocido por un igual.
Los efectos de la discriminación y las propias interrogantes que se generan para sentirse parte del binarismo hombre/mujer repercuten sin lugar a dudas en la salud de las personas trans, quienes poseen mayor riesgo de presentar depresión y ansiedad de acuerdo a lo reportado por la Organización Panamericana de la Salud (Barrientos et al., 2019). ¿ Y qué ocurre con los trans no binarios? Considero que esta sociedad tan rápida y vertiginosa no hace reparos en entender nuevas formas de concebirse (o formas que siempre existieron, pero antes no habían sido
nominadas).
Por nuestra parte, personas de la diversidad sexual y heterocis no debemos más que comprensión a una lucha por una sociedad más justa e inclusiva, lo que pareciera ser un estandarte sumamente reiterativo, una obviedad para este 2023, pero que sigue siendo una necesidad para aquellxs que hoy en día no se sienten totalmente plenos. Se podría creer que para sensibilizar basta poseer empatía, a lo que si bien, me considero totalmente partidaria, creo también a propósito de este día el interiorizarse en una realidad que no es la nuestra nos ayuda a comprender mejor sus experiencias de vida. El entender que estadísticamente son nueve veces más propensos a tener intentos suicidas y poseer malestar psicológico grave (Guzmán-González et al., 2020) a diferencia de la población cisgénero, para comprender que existe una deuda social en la que nosotrxs podríamos hacernos cargo; que cuando se hace mención a la discriminación en el plano familiar el ofrecernos como redes de apoyo es vital para enfrentar lo doloroso que puede resultar esa situación y comprender a su vez que aquellos estresores mencionados no son lo único que los define como personas.
En algún momento escuché a una mujer trans chilena decir que no le gustaba que se refiriesen a ella con la palabra “valiente”, le incomodaba, porque al fin y al cabo expresarse no es un acto de gallardía, sino más bien una forma de posicionarse en el mundo que calza con su sentido deindividualidad. Creo entonces que todo lo acá expuesto está dicho con la sola pretensión de reflexionar sobre las dificultades y los mecanismos de afrontamiento, para que el día de mañana nos relacionemos y entendamos su bagaje en aras de abrir conversaciones y espacios de escucha. Porque para mí, la deuda más grande que tenemos como sociedad es la falta de cariño a la diferencia.
Bibliografía
Barrientos, J., Saiz, J., Gómez, F., Guzmán, M., Espinoza, R., Cárdenas, M y Bahamondes, J. (2019). La Investigación Psicosocial Actual Referida a la Salud Mental de las Personas Transgénero: Una Mirada Desde Chile. Psykhe (Santiago), 28(2), 1-13.
Guzmán-González, M., Barrientos, J., Saiz, J., Gómez, F., Cárdenas, M., Espinoza, R., Bahamondes, J., Lovera, L y Giami, A. (2020). Salud mental en población transgénero y género no conforme en Chile. Revista médica de Chile, 148(8), 1113-1120.
Linker, D., Marambio, C y Rosales, F. (2017). Informe sobre encuesta T: 1° Encuesta para personas trans y de género no-conforme en Chile. Resumen Ejecutivo. MOVILH (2021). Informe Anual de Derechos de la Diversidad Sexual y de Género en Chile. (Informe n° XIX).