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“Movilidad Social Intrageneracional e Intergeneracional en Chile: las consecuencias de un Elevador Social descompuesto”

Sin lugar a duda, durante los últimos años existe una percepción creciente a nivel mundial, de que la movilidad social a través y a lo largo de las generaciones ha disminuido. Este progresivo pesimismo acerca de las reales posibilidades de avance en la situación económica y social de los individuos a lo largo de su ciclo vital se ha visto limitado por las reales medidas de movilidad social en las diversas dimensiones del bienestar, tales como el ingreso, el empleo, salud y educación, en parte importante de los países industrializados y en vías de desarrollo. En este contexto, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OECD) elaboro el informe ¿Un elevador social descompuesto? Como promover la movilidad social (OECD, 2018), el cual no solo da cuenta de un estancamiento en las condiciones de movilidad en Chile en las últimas décadas, sino que también una relación entre niveles altos y/o crecientes de desigualdad en términos de resultados, los cuales tienden a ser obstáculos para el ingreso y la movilidad social de las personas en el mediano y largo plazo.

Existen diversas consecuencias de la ausencia de movilidad social, siendo una de ellas de carácter normativa, relativa a la “justicia social” que se relaciona con los niveles de vida que gozan los individuos menos afortunados, en términos de progreso multidimensional, dado que todos los ciudadanos tienen igualdad de derecho y libertades, es decir, los individuos que están igualmente dotados y motivados deberían tener oportunidades similares, independientemente de cuán ricos o pobres sean. La falta de movilidad social en la distribución del ingreso conlleva una segunda consecuencia funcional, ya que muchos potenciales talentos se pierdan o permanecen subdesarrollados, es decir, muchas oportunidades de desarrollo, innovación e inversión nunca verán la luz, lo que tiene implicancias directas sobre los niveles de productividad y crecimiento económico de los países (OECD, 2016).

La baja movilidad social plantea importantes desafíos para las sociedades democráticas y el desarrollo sostenible, siendo los altos riesgos de movilidad descendente y la pérdida del estatus social, así como la reducción en los niveles de satisfacción y el socavamiento de la autoestima, para los individuos sus principales efectos a nivel micro. También implica amenazas importantes a la cohesión social y la legitimidad política, con consecuencias negativas para la participación democrática, y un potencial fortalecimiento de los extremismos políticos o el populismo (OECD, 2018), en los niveles macro.

Si bien no existe un consenso a nivel mundial sobre el deseable nivel de la desigualdad de resultados, existe un acuerdo generalizado sobre la necesidad de promover la igualdad de oportunidades, es decir, que todos deben tener las mismas oportunidades de vida con independencia de sus condiciones iniciales.

No obstante, los resultados dan cuenta de la existencia de “pisos y techos pegajosos” que aplican a la movilidad de ingreso a lo largo de la vida de las personas, por ejemplo, durante un periodo de cuatro años, seis de cada diez personas permanecerán estancadas en el 20% inferior de la distribución de ingreso, mientras que durante igual periodo, siete de cada diez personas permanecerán en la parte superior de la distribución de ingreso (OECD, 2018).

Los datos dan cuenta que, desde la década de 1990, existe una tendencia general hacia una mayor persistencia de las posiciones de ingreso en la parte inferior y en la parte superior de la distribución (OECD, 2018). Lo anterior, se traduce en menores oportunidades de movilidad ascendente para los que pertenecen a la parte inferior, y en riesgos aún más bajos para caer desde la parte superior. Aunque la desigualdad de ingresos aumentó desde los ‘90, no ha sido compensada por una mayor movilidad de ingresos.

De igual forma, resulta posible observar que las probabilidades de movilidad de ingresos son mayores en la población de grupos socioeconómicos medios, sin embargo, esto no solo debe interpretarse como más y/o mejores oportunidades para ellos en comparación con otros grupos socioeconómicos, sino también como mayores riesgos de descenso tras eventos inesperados en el ciclo vital, tales como enfermedades, desempleo y/o divorcio. Es posible observar, que uno de cada siete hogares pertenecientes a los grupos de ingreso medio, desciende al 20% inferior de la distribución de ingreso en un periodo de cuatro años. Existen indicios de que estos riesgos han aumentado en las últimas dos décadas (OECD, 2018).

La identificación y promoción de políticas sociales que fomenten una mayor movilidad social, resultan claves para la articulación de un crecimiento inclusivo y sostenible, que logre crear oportunidades para todos y distribuya los dividendos de la prosperidad de una forma justa, garantizando oportunidades de movilidad ascendente para aquellos individuos con talento en la parte inferior, mientras que al mismo tiempo evita que el extremo superior evite dicho avance. En el entendido, de que las desigualdades representan más una opción política que una consecuencia económica.

Cristián Bustos – Director CERES

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