Trastornos anímicos en tiempos de incertidumbre: reflexiones clínicas

Por. Dominick Rivas
El retorno a la presencialidad post pandemia ha sido un proceso que osciló entre la premura de preguntarse acerca de si mismos, hasta progresivamente desconectarse de los malestares individuales producto del retorno a sus antiguos ritmos de vida.
La pandemia con su carácter tormentoso hizo que muchas personas buscaran repensar sobre aquellos aspectos relegados de sus vidas, y, por primera vez en mucho tiempo, hacerse cargo, dentro de lo posible, de su mismas dificultades.
¿Y ahora qué?
Pareciera ese deseo se ha suprimido por aspectos que sobrepasan el diario vivir de muchos de nosotros. El flujo de personas disminuye notoriamente y el boca a boca aludía que ya no existía interés por invertir en el autocuidado. No obstante, es innegable que a nivel mundial existe cierto grado de incertidumbre económica, social y política que repercuten en la decisión de trabajar en la salud mental.
Específicamente pienso en los trastornos anímicos, ejemplo de ellos la depresión, patología que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud es la que mayor prevalencia presenta a nivel mundial, afectando a un 3,8% de la población, mientras que, en Chile, esta cifra asciende a un 6,2% con diagnóstico confirmado y 15,8% con sospecha de presentar un trastorno depresivo (Comunicaciones Hospital Clínico Universidad de Chile, 2023).
El preguntarse por las motivaciones que llevaron a una cantidad importante de personas a trabajar en su salud mental y el por qué actualmente existe una merma de consultantes sería aludir a una multiplicidad de factores. El primero de ellos, como he señalado, la incertidumbre a nivel país conllevan a jerarquizar necesidades, muchos de los pacientes refieren que el estar corto de dinero impide seguir sus tratamientos, o en reiterados de los casos, conseguir un tratamiento efectivo por un tema netamente presupuestario. En un segundo caso, podría aludirse a ribetes socio políticos los cuales logran afectar la sensación de estabilidad dentro de una nación. En este sentido señalaría la existencia de la crisis climática, con la que surgen nuevas sintomatologías como la “ecoansiedad” o los macro conflictos internacionales como la lucha en la franja de Gaza y Ucrania. Finalmente, podría señalar que las dificultades que transitamos a nivel país son en parte reflejo de una crisis más grande, que se replica en más de una nación.
Entendiendo lo anterior, ¿cuál es el panorama actual respecto a los trastornos anímicos?
Indudablemente en contextos donde la salud mental se ve potencialmente empobrecida debe señalarse lo relevante del rol estatal para solventar el acceso a la salud mental. De acuerdo con el Plan Nacional de Salud Mental, Chile invierte en salud 2,4 del PIB ((Ministerio de Salud [MINSAL], 2017), muy por lejos del 5% recomendado por la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization [WHO], 2016), a pesar de que los trastornos mentales son la mayor carga de enfermedades a tratar (MINSAL, 2017).
Existe entonces una deuda manifiesta; cifras actuales refieren a que 1 de cada 5 personas ha tenido enfermedades mentales durante el último año, y en el caso de la depresión, 6% de la población lo ha presentado, no obstante, la Encuesta Nacional de Salud Mental alude que 1:5 personas han podido recibir tratamiento (Margozzini & Passi, 2018).
Los trastornos ansiosos por su parte cuentan con cifras similares, afectando cerca de un 3,6% de la población mundial y un 6,2% de la población nacional de acuerdo con cifras entregadas por el Hospital del Trabajador (s,f).
Como hemos observado, existe una cantidad importante de personas quienes de acuerdo a las cifras el sistema público no estaría considerando tanto por temas presupuestarios, como también, por falta de información de los mismos pacientes o falta de motivación por experiencias adversas.
Como redes de apoyo, ¿qué podemos hacer en estos casos en que observamos malestar emocional en nuestro cercano?
Indudablemente los esfuerzos deberían orientarse a buscar ayuda en organismos privados o públicos, en ocasiones la espera que parece eterna termina eventualmente y muchas personas reciben la ayuda que necesitan. No obstante, como clínica comprendo que la red asistencial de salud no es suficiente. Ante esto, el National Institute of Mental Health (2021) realiza las siguientes recomendaciones para llevar un ritmo de vida saludable:
1) Tratar de mantener horarios para levantarse y acostarse
2) Tratar de hacer cosas que solías disfrutar a pesar de no sentir ganas de realizarlas. Ante ello, lo que he observado es que el dedicarse tiempo es un mecanismo de autocuidado, realizar acciones que nos gustaban es un reconectar con aquella persona quien éramos. No obstante, también se debe considerar la idea de cambio, de renovación, y con ello, la búsqueda es bienvenida.
3) No aislarse. En ocasiones el solo esfuerzo de tratar de hablar acerca de cómo nos sentimos con nuestros seres queridos logra reconfortar.
4) Mantener actividad física. Es bien conocido que la actividad física contribuye a la liberación de hormonas que ayudan en el bienestar emocional, entre ellas, la dopamina nos conecta con el placer, las mejoras en memoria y la capacidad atencional; la serotonina ayuda la regulación emocional; y la endorfina, posee efectos ansiolíticos.
5) Finalmente, haga lo que pueda como pueda. Una de las mayores características de los trastornos anímicos es la sensación de descontrol de nuestra vida, por lo que, hacer lo que pueda como pueda es una señal de trabajar por metas sin la necesidad de ser exigentes con nosotros mismos, lo que puede ser beneficioso para perfiles de criticismo
introyectivo.
Si bien, como se ha señalado, lo inhóspito o caótico de nuestro entorno parecieran sobrepasarnos, si se trabaja en nuestro bienestar, es posible que logremos conseguir tranquilidad con nosotros y los que nos rodean.
Es un desafío para la actualidad lograr ofrecer mayores espacios clínicos para aquel 4:5 que aún no ha conseguido terapia, no obstante, hay que reconocer la preocupación por la salud mental y validación de los trastornos de salud mental es algo que años anteriores no se había conseguido, otorgando espacios seguros a todos aquellos quienes transitan trastornos de salud mental, ofreciéndoles una sensación de comprensión y acogimiento social.
Por el momento, como terapeutas debemos seguir transparentando la necesidad de considerar los aspectos socioculturales en la lectura del malestar emocional, es así y solo así, que la democratización de los espacios de terapia comprenderá los matices de los trastornos anímicos con una perspectiva interseccional.
Referencias.
Comunicaciones Hospital Clínico Universidad de Chile. (12 de enero del 2023). Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. El silencio de la depresión: especialistas explican cómo afecta a quienes la padecen. https://uchile.cl/noticias/202173/dia-mundial-contra-la-depresion-como-afecta-a-quienes-la-padecen#:~:text=De%20acuerdo%20a%20la%20Organizaci%C3%B3n,bajo%20%22sospecha%20de%20depresi%C3%B3n%22.
Hospital del Trabajador. (s,f). Salud mental en Chile: cuando la lucha va por dentro. https://www.hospitaldeltrabajador.cl/detalle-noticia/2019/salud-mental-en-chile-cuando-la-lucha-va-por-dentro#:~:text=Trastornos%20como%20la%20depresi%C3%B3n%20y,una%20vida%20activa%20y%20funcional
Margozzini, P & Passi, A. (2018). Encuesta Nacional de Salud, ENS 2016-2017: un aporte a la planificación sanitaria y políticas públicas en Chile. ARS Médica revista de ciencias médicas, 43 (1), 30-34. DOI: http://dx.doi.org/10.11565/arsmed.v43i1.1354
Ministerio de Salud. (2017). Plan nacional de Salud Mental 2017-2025.Santiago: Gobierno de Chile.
National Institute of Mental Health. (2021). Depresión. https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/depresion-sp
World Health Organization (2016). World health statistics 2016: Monitoring health for the SDGS sustainable development goals. World Health Organization. https://apps.who.int/iris/handle/10665/206498.