El Virus de Inmunodeficiencia Humana, más conocido en el mundo como VIH, es un retrovirus que ataca al sistema inmune de los seres humanos dañando su funcionamiento, siendo alrededor de 37.7 millones de personas en el mundo las que viven con VIH (ONUSIDA, 2021), de las cuales 71.000 se encuentran en Chile (MINSAL, 2019). En nuestro país las medidas estatales se han centrado principalmente en prevención y acceso a tratamiento farmacológico, en la línea de las metas 90-90-90 de ONUSIDA, lo que ha supuesto un enfoque principalmente biomédico a la hora de abordar esta problemática en nuestro país.
En esta línea, el foco de las políticas públicas ha sido realizado históricamente desde esta mirada, estableciendo una perspectiva individualizante y punitiva respecto a las personas seropositivas. En este sentido, la prevención principalmente mediante del uso de preservativo y “sexo seguro”, testeo y acceso a tratamiento antirretroviral se constituyen como el foco de las medidas estatales en Chile (MINSAL, 2018). A esto se suma, la focalización en las llamadas “poblaciones clave”, es decir, hombres que tienen sexo con hombres, hombres gay, mujeres trans y trabajadoras sexuales, lo que ha contribuido a la estigmatización de la población LGBTIQA+, a la vez que invisibiliza otras vivencias del VIH, como la de las mujeres y la transmisión vertical.
Con lo anterior, es necesario visualizar el contexto pandemia en el que vivimos actualmente, donde se fortalecen las vías de discriminación, la carencia de acceso a la atención en salud y se ve afectado el acompañamiento para la persona seropositiva. Esto dado a que parte del acceso a los servicios básicos de salud se han visto interrumpidos, ya sea por falta de recursos y gestión, como por la alta demanda de atención en el manejo de los cuadros asociados al virus COVID-19.
En este sentido, la Fundación “Chile Positivo” en la Primera Encuesta Nacional de Calidad de Vida de Personas con VIH en Chile (2020), realizada a 295 personas seropositivas: 74% señala mayor dificultad en acceso a controles y 69% señala mayor dificultad en acceso a exámenes. Aunado a ello, las personas seropositivas también se han visto aisladas por riesgo a contagio, con desinformación sobre continuidad de tratamiento, con miedos y nuevamente viviendo un panorama de discriminación ante el contagio con COVID-19, lo que las expuso a mayores barreras que imposibilitaban una buena calidad de vida y salud mental.
En función de esto, se han dejado de lado los aspectos psicosociales involucrados en el abordaje del VIH, como lo son la posible necesidad de acompañamiento psicológico, así como la presencia de estigmatización, discriminación y normativización que se produce a nivel social y cultural hacía la población seropositiva. Las políticas públicas han contribuido a un abordaje individualizante y reduccionista del devenir seropositivo, desconectado de la realidad social, política e histórica. Desconexión que se ha hecho más evidente que nunca durante la pandemia.
Este rol ha sido y será crucial en el abordaje de VIH a nivel mundial, tal como señala ONUSIDA (S.F.), quienes han identificado que frente al debilitamiento de la confianza de la ciudadanía en las instituciones gubernamentales, la sociedad civil se constituye como un apoyo con la que es necesario un diálogo constante y que gracias a esta se han consolidado los avances realizados hasta la fecha.
De esta forma, el rol de la sociedad civil ha sido crucial para visibilizar las subjetividades seropositivas más allá de lo puramente epidemiológico, así como en poner sobre la mesa las falencias del abordaje estatal. La visibilización de la discriminación, la necesidad de mejoras en el acceso a sistema de salud, la contribución a la formación de vínculo social y a la mirada integral en el abordaje de VIH, entre otras, ha sido facilitada por el rol activo que diversas organizaciones y personas han tenido a lo largo de las últimas décadas.
En este escenario, ¿cuál es el aporte que podemos hacer como profesionales de la salud mental? Tal como señala Aristegui (2012), es importante complementar el tratamiento médico con acompañamiento psicológico, dada la presencia de diversos estigmas y discriminaciones asociadas a la condición serológica positiva. El impacto del diagnóstico puede generar “sentimientos de temor a ser discriminado y/o rechazado, tristeza, ira, sentimientos de culpa (…), vergüenza, sensación de fracaso, sensación de vulnerabilidad frente al entorno, devaluación, y/o victimización, sentimientos de pérdida de la salud física, de despersonalización, de llevar algo extraño dentro del organismo” (Aristegui et. al., 2012).
Sin embargo, no podemos quedarnos solo con la intervención individualizada del box. Debemos promover el lazo social y contribuir a la formación de espacios comunitarios, no solo entre personas seropositivas, como lo son por ejemplo los grupos de pares, sino también entre las propias instituciones, tanto estatales como de la sociedad civil. Producir espacios de escucha para las voces que han sido históricamente silenciadas, y que también permitan develar las necesidades reales más allá de los objetivos biomédicos. Al reconocer, entonces, los diversos escenarios de personas que se enfrentan al diagnóstico resulta imperante concebir el trabajo de manera interdisciplinaria, buscando espacios de vinculación y educación que nos permitan generar un entramado social que dinamice los recursos disponibles y que permita democratizarlos.
La mirada que aportamos como profesionales de la salud mental va más allá del adoctrinamiento en torno al uso de preservativos, PrEP y TAT, reconoce las distintas subjetividades y malestares ligados al diagnóstico, dentro de un marco social, cultural, histórico y político. Es imperante que desde nuestro lugar promovamos ese espacio de escucha y de diálogo interdisciplinar e interinstitucional para el desarrollo de diagnósticos e intervenciones acordes a las necesidades de la comunidad, en vías a una mejora en la calidad de vida de las personas seropositivas.
Por :
Ps. Idream Menares
Ps. Manuela Pacheco
Ps. Fernando Ramos
Ps. Javier Nuñez
Referencias:
Arístegui, I., Pemoff, R., Flighelman, M., Warth, S., Vergani, F., & Zalazar, V. (2012). Abordaje psicológico de personas con VIH. Argentina: Fundación Huésped.
Fundación Chile Positivo (2020). Informe de resultados I encuesta nacional sobre Calidad de Vida de personas viviendo con VIH en Chile. Recuperado de: https://www.chilepositivo.org/sdm_downloads/informe-de-resultados-i-encuesta-nacional-sobre-calidad-de-vida-de-personas-viviendo-con-vih-en-chile/
ONUSIDA (2021). Hoja informativa – Últimas estadísticas sobre el estado de la epidemia de sida. Recuperado de https://www.unaids.org/es/resources/fact-sheet
ONUSIDA (S.F.) Subrayan importancia de fortalecer la participación de la sociedad civil para el cumplimiento de la Agenda 2030. Recuperado de: http://www.onusidalac.org/1/index.php/sala-de-prensa-onusida/item/2459-subrayan-importancia-de-fortalecer-la-participacion-de-la-sociedad-civil-para-el-cumplimiento-de-la-agenda-2030
MINSAL (2018). Plan Nacional de Prevención y Control del VIH/SIDA e ITS. Recuperado de: https://diprece.minsal.cl/programas-de-salud/programa-vih-sida-e-its
MINSAL (2019a). Informe de ONUSIDA 2019: El 87% de las personas que viven con VIH en Chile han sido diagnosticadas. Recuperado de: https://www.minsal.cl/informe-de-onusida-2019-el-87-de-las-personas-que-viven-con-vih-en-chile-han-sido-diagnosticadas/