Por Catalina Rivera, Licenciada en Psicología
El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, conmemoración impulsada por la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH), con el propósito de sensibilizar a la población sobre los trastornos mentales, reducir los estigmas en torno a estos y mejorar las condiciones de salud. En virtud de esto, gran cantidad de entidades, públicas y privadas, se preocupan de abanderarse por todo el mes de octubre con el logo y publicaciones sobre la salud mental; cada vez se nos muestra una sociedad más activa y preocupada de las enfermedades y el malestar psíquico, sin embargo, las cifras proyectan una realidad que dista del objetivo de aquel bienestar. El informe Felicidad Mundial 2022 (Ipsos) arroja que solo el 53% de los chilenos se considera Muy feliz/Bastante Feliz, quedando en cuarto lugar entre los países con más bajo nivel de felicidad; entre las principales fuentes de felicidad en Chile se encuentra Mi bienestar y salud mental, es decir, ambos son considerados los factores más importantes para alcanzar la felicidad, que si vemos el resultado anterior, no se estarían logrando en gran porcentaje de la población. En otro informe realizado por la Organización Mundial de la Salud (2017) Chile está entre los países de América con mayor prevalencia de depresión entre personas mayores a 15 años, siendo el 5% de la población, y con una prevalencia del 6,5% en personas con ansiedad diagnosticada. Según la última actualización del Departamento de Estadísticas e Informes (DEIS), en el año 2019, la tasa de muertes por trastornos mentales y del comportamiento fue de 12,8 por cada 100.000 habitantes.
Cada vez es mayor la cantidad de personas que sufren trastornos mentales que quedan al margen y sin posibilidad de una atención adecuada que garantice un estándar mínimo de calidad de vida. Incluso, si consideramos que solo tres de las prioridades en el Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría están en el programa de Acceso Universal con Garantías Explicitas (AUGE), que son la esquizofrenia, depresión y dependencia de alcohol y drogas, y con ciertos parámetros dependiendo tanto de la edad y la primera aparición (Minoletti y Zaccaria, 2005).
Un ejemplo de enfermedades que aún no cuentan con un financiamiento seguro en el sistema público son los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), los cuales aumentan cada año, debido a múltiples factores, entre ellos, el estilo de vida actual de la sociedad, basado en las redes sociales y las apariencias, y que afecta tanto a niñes, como adolescentes y adultos. Asimismo, el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), enfermedad de la cual aún se tiene escasa información en Chile y, por lo general, está asociada a gran cantidad de estereotipos, cuando de hecho, se ha demostrado que una detección temprana y tratamiento adecuado, además de mejorar el padecimiento de las personas, evitaría la alta probabilidad de hospitalizaciones en las personas con TLP. Además, se debe considerar que tanto esta como muchas otras enfermedades mentales, no solo conllevan un decrecimiento en el bienestar del propio sujeto, sino que también de su entorno social cercano.
En relación a esto, desde hace un tiempo en el sistema público se viene adoptando el método comunitario para tratar las enfermedades psiquiátricas, en base a que los factores biológicos por sí solos no son suficientes para explicar la etiopatogenia de los trastornos psiquiátricos; en conjunto a estos, es fundamental considerar los factores psicosociales, ya que estos pueden contribuir en su aparición, así como en la efectividad de su tratamiento, puesto que las intervenciones que cuentan con la participación del entorno social de la persona, tienen un impacto significativamente mayor a los que se encuentran sin redes de apoyo.
En consecuencia, para cumplir con un tratamiento adecuado a este modelo y enfocado en las diversas patologías, se requieren equipos multidisciplinarios que abarquen la mayor cantidad de factores que permitan al sujeto un adecuado tratamiento. Unido a esto, se presenta otra problemática pendiente a resolver, que es la capacitación de los profesionales, tanto de psicólogos y psiquiatras, como del personal de la salud en general, como TENS, enfermeras, entre otros. Esto a causa de la necesidad de que todos tengan los conocimientos básicos para aplicar correctamente un modelo comunitario de atención y puedan asistir a personas que acuden a centros de Atención Primaria de Salud (APS) en salud mental. No obstante, aún existe una deficiencia en cuanto a los planes de desarrollo de recursos humanos específicos de salud mental, agudizada esta problemática según las limitantes demográficas: dependiendo de la comuna o región a lo largo del país, es la capacidad de respuesta de la APS, tanto por cantidad o siquiera presencia de centros, como de profesionales capacitados, lo que provoca una brecha aun mayor en la población, entre los que pueden recibir una atención adecuada y los que no tienen acceso a esta. Sin desconocer que, aun si nos enfocamos en la mejora tanto de las condiciones laborales como estructurales del sistema de salud, existen múltiples factores que condicionan el que las personas puedan optar a un bienestar en salud mental, asimismo, se encuentra limitado en la medida que exista una mayor equidad en el acceso a vivienda, educación, ocio, etc.
No podemos ser indiferentes al padecimiento de miles de personas que viven su día a día con enfermedades o malestares que, sin un adecuado tratamiento, empeoran su bienestar mental, lo cual afectaría en gran medida su calidad de vida. Y es por esto mismo, y los costes que esto produce a la larga, como las hospitalizaciones, abuso de sustancias, cesantía, aislamiento social, entre muchos otros, que se debe abordar estas temáticas en propuestas concretas, como aumentar el presupuesto otorgado a la salud mental, así como planes de desarrollo de recursos humanos, capacitaciones al personal de los centros de salud, y así mismo, la descentralización de los centros de salud mental.
El que se posibilite el bienestar en salud mental solo es posible en el grado que se van cumpliendo múltiples factores, y para que esto ocurra se necesita tener en consideración muchas aristas, como lo es la educación en torno a temas psicológicos, para además, eliminar los estigmas alrededor de estos, la detección de factores psicosociales de riesgo y protectores; así como el garantizar la protección de aquellos aspectos cruciales en la vida de las personas.
Referencias
Departamento de Estadísticas e Informes (2019). Estadísticas de mortalidad a nivel país por año. Recuperado en 30 de octubre del 2022 de https://informesdeis.minsal.cl/SASVisualAnalytics/?reportUri=%2Freports%2Freports%2F4013de47-a3c2-47b8-8547-075525e4f819§ionIndex=0&sso_guest=true&reportViewOnly=true&reportContextBar=false&sas-welcome=false
Ipsos (2022). Felicidad Global 2022. Qué hace a las personas felices en tiempos del COVID-19. Recuperado en 30 de octubre del 2022 de https://www.ipsos.com/sites/default/files/ct/news/documents/2022-05/Global%20Happiness%202022%20Report%20ES.pdf
Minoletti, A. y Zaccaria, A. (2005). Plan Nacional de Salud Mental en Chile: 10 años de experiencia. Revista Panam Salud Pública/Pan Am J Public Health. 18(4/5), 346-358. Recuperado en 30 de octubre del 2022 de https://www.scielosp.org/pdf/rpsp/2005.v18n4-5/346-358
Organización Mundial de la Salud (2017). Depression and Other Common Mental Disorders Global Health Estimates. Recuperado en 30 de octubre del 2022 de https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/254610/WHO-MSD-MER-2017.2-eng.pdf?sequence=1&isAllowed=y