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Precarización de la vida en tiempos de COVID-19

Chile. Santiago. 11 de la mañana. Matinal nacional. La periodista ofrece la palabra. «Yo estoy viviendo un drama terrible que están viviendo mu…». Es todo lo que alcanza a decir la mujer que ve cómo desaparece el micrófono frente al cual expresaba su dificultad de no recepción de pago de su licencia médica en el marco de la pandemia. Lo repentino de la interrupción de la periodista se debe a que detrás de ellas comienza la apertura del mall y esa es la noticia. «Vamos a dejarla un poquito porque quiero que vean la imagen, se ha abierto en este minuto (…) vamos a ver cómo es esta apertura

Hace años que lo subrepticio y solapado cedió a la obscenidad de un modelo neoliberal maduro donde el capital configura y afecta cada aspecto de nuestras vidas, la racionalidad del neoliberalismo. El modelo que pone al centro el capital se muestra profundamente incompatible con la sostenibilidad de la vida misma y la espectacularización de la pandemia, especialmente por parte de los matinales, no es sino el espectáculo de esa incompatibilidad. ¿Hacia dónde se orientan las corporalidades y subjetividades cuando al centro está la práctica de consumo y se insiste en la vida del mercado por sobre la vida de los cuidados? ¿Cuáles corporalidades y subjetividades, en esos casos?

Los discursos de inmuno-capitalización que han acompañado al Covid-19 los últimos meses, los mismos que invocan la palabra “cuidado” como responsabilidad individual, que materializan el virus en cuerpos concretos y levantan pánicos morales en resguardo e incentivo del consumo cruel (y optimista) y un “nosotros” fronterizo en desmedro de la muerte de otres, han acelerado una profundización de la radical distribución desigual de la precariedad —ya colonial, generizada, sexualizada, racializada, clasista y capacitista—.

Se ha dicho incesantemente que el Covid-19 ha aparecido como exhibidor y agravante de las configuraciones del neoliberalismo, de sus mecanismos perversos de precarización de la vida, produciendo y reproduciendo posiciones y relaciones sociales de inseguridad y jerarquía acompañadas por procesos simbólicos y culturales de Otredad. Procesos principalmente racistas, sexistas y clasistas que ebullen y se instrumentalizan con las retóricas de “la nación”, de fiscalización de los márgenes, de las sospechas, de las retóricas de guerra, del control de los cuerpos, del control de las distancias de ciertos cuerpos, de los flujos y fluidos de ciertos cuerpos. Imaginarios y fantasías que toman lugar en la violencia espectacularizada de los medios de comunicación.

Desde los feminismos en cruce con otros movimientos contrahegemónicos como los antirracistas se ha insistido en iluminar estas articulaciones de poder desde lo que se ha venido concibiendo como precarización de la vida. Y precisamente a esto es que se venía apuntando con fuerza desde octubre-2019 en el marco del llamado “estallido” social en Chile. Pues en el caso de este país al sur del globo vale la pena acentuar el momento antes del Covid-19: las personas reuniéndose en las calles para manifestarse en contra, hastiades y/o violentades por un sistema patriarcal forjado en la práctica del consumo y el discurso del crecimiento económico. Antes de la pandemia, o al menos antes de que ésta fuese noticia, las personas salieron a gritar y rayar que así como había nacido en Chile, aquí también moría el neoliberalismo.

Porque si algo tenía que morir, éramos muchas y muches quienes queríamos que fuese el sistema que hoy configura la política de exposición de la vulnerabilidad de la vida, el sistema que prospera en la desigualdad, organizando nuestras interdependencias a la base de las diferencias jerarquizadas. De acuerdo a Butler (2012), es clave pensar la precariedad y la vulnerabilidad como una condición político-social, una cuestión relacional que lejos de ser intrínseca a las personas, como identidad, se configura en tanto lazo entre las partes que integran el complejo social. De modo que no hay personas precarias, sino una administración desigual de las estructuras y relaciones que permiten la sostenibilidad de la vida.

La precariedad es indisociable de esa dimensión de la política que aborda la organización y la protección de las necesidades corporales. Desde el feminismo se ha insistido en la politización del cuidado de la vida precisamente para ser incisivas en preguntas como ¿cuáles son las necesidades que hoy se están contemplando? ¿Cuáles son las subjetividades y corporalidades que están imaginando y por ende abrazando los discursos “formales” cuando hablan de “cuidado” o hablan de “quedarse en la casa”? ¿Cuáles son las subjetividades y corporalidades hoy por hoy en la primera línea de la crisis social del hambre?

Así como la precariedad expone nuestra interdependencia, ésta también ilumina las fragilidades y desigualdades (sistemáticas) sobre las cuales se han organizado esos lazos políticos, materiales, simbólicos y afectivos. Hemos visto cómo la violencia de género se agudiza en la entroncada relación de un capitalismo patriarcal que ha invisibilizado, desvalorizado y escindido de los ámbitos “productivos” y “políticos”, la esfera de los cuidados y la reproducción de la vida que las feministas hemos insistido en politizar y en resaltar su relación estructural hoy por hoy organizada al servicio del capital por un sistema colonial-neoliberal. De la misma forma, los movimientos antirracistas han denunciado cómo se profundizan o complejizan estas violencias en discriminaciones coloniales donde se vuelve clave no sólo pensar la invisibilidad, sino también pensar ¿cuándo y cómo se aparece?

Y seguir con las preguntas —principalmente, porque hay un valor relevante en la interrupción político-reflexiva de nuestras prácticas—, ¿de qué manera se configuran corporalidades y subjetividades cuando al centro está la práctica de consumo? ¿Cuáles son los discursos que de ahí emergen y qué producen? ¿Cómo se configuran las posibilidades de continuidad de la vida, y cuáles vidas? ¿Cuáles son los flujos que deben cortarse y cuáles seguir, a costa de qué y para quién? ¿Qué flujo se vuelve sospechoso, cuáles productivos? Las imágenes que se encadenan a medida que se instalan estas preguntas advierten la política de precarización de ese neoliberalismo patriarcal y colonial que en octubre apuntábamos. Insistir en estas preguntas también nos da la posibilidad de críticamente pensar y trabajar por construir otros tiempos, otras formas de entablar nuestras interdependencias.

 

Por María Jesús Ibáñez Canelo – Periodista y Magíster en Género. Integrante del Área de Género y Subjetividades Trans de CERES.

 

Referencias

Puar, J., 2012. Precarity Talk: A Virtual Roundtable with Lauren Berlant, Judith Butler, Bojana Cvejic, Isabell Lorey, Jasbir Puar, and Ana Vujanovic. The Drama Review, 56(4), pp. 163-177.