Derechos Humanos, Género, Mujeres

La Doble Pandemia: El aumento de la violencia contra la mujer durante la cuarentena.

A medida que el Coronavirus se propaga en diferentes regiones del mundo, las políticas de salud pública enfatizan la importancia del aislamiento social y el cumplimiento de cuarentenas para contener la rápida velocidad de diseminación del virus. En marzo de 2020, Chile entró oficialmente a la fase 4 de la pandemia y el gobierno empezó a poner en práctica las medidas de aislamiento social y cuarentena en el territorio nacional. Sin embargo, desde que estas medidas entraron en vigencia, otro número también ha comenzado a aumentar en las estadísticas de todo el mundo: los casos de violencia de género.

Los factores de riesgo para la presencia de violencia hacia las mujeres son múltiples, sin embargo, en los últimos meses, con la implementación de las medidas de aislamiento social y cuarentena, la intensa convivencia, la tensión del momento actual y el aislamiento social en sí, contribuyen a que el número de casos aumente.

Obligadas a convivir con su agresor, en el contexto de medidas excepcionales como restricción de circulación, economía paralizada y limitaciones de acceso a la justicia, los pedidos de ayuda de mujeres víctimas de violencia intrafamiliar (VIF) se han disparado en todo el mundo. En nuestro país, sólo en el primer fin de semana en que se implementó la cuarentena, las llamadas al teléfono de ayuda y orientación por VIF aumentaron en un 70%, de acuerdo a los datos entregados por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género.

Al respecto, es posible dar cuenta de dos grupos: aquellos casos en donde existía violencia previamente y esta se agudizó, o bien se retrocedió en el proceso judicial, por ejemplo, las medidas de alejamiento no se pueden cumplir dada la cuarentena. Y otro grupo que corresponde a casos nuevos de violencia hacia la mujer que aparecen en el marco del estrés que trae consigo el hacinamiento, la pérdida de empleo y la precarización económica, entre otras razones.

Esta situación ya había sido prevista por ONU Mujeres a mediados del mes de marzo, al advertir que una de las consecuencias indeseadas del confinamiento era el aumento de la violencia de género, clasificándola como una situación alarmante a nivel mundial, ya que el lugar donde las personas deberían sentirse más seguras, sus propios hogares, es justamente el lugar que se convierte en un verdadero infierno para algunas mujeres, encerradas en sus casas con sus propios agresores.

Históricamente, la violencia contra la mujer se manifiesta, en mayor medida, en el ámbito privado: «Los femicidios por lo general se producen entre las cuatro paredes de la casa. Hoy lo que está pasando con las cuarentenas es que el control se agudiza porque estamos frente a un problema transversal que ocurre en todos los estratos sociales, no es exclusivo de vivir en pobreza. El hombre exacerba su necesidad de control sobre la mujer estando todo el día con ella presente, le revisa los WhatsApp, su Facebook, con quién habla, invade todo y, por otro lado, se acrecienta más la pérdida de vínculos de la mujer» (Villafrade, abril de 2020).

De este modo, las mayores posibilidades de control sobre la mujer y el distanciamiento de las redes de apoyo por parte de esta, favorecen que la violencia se haga más frecuente; si el encierro por sí mismo ya aumenta el estado de tensión de las personas, en el caso de una persona que vive con su agresor esta situación es aún peor.

Así, las medidas de confinamiento impuestas por diferentes gobiernos en todo el mundo para contener el avance de la pandemia resultaron, en algunos casos, más peligrosas y dañinas que la misma pandemia. Es decir, la maniobra para contener los riesgos externos, en algunas situaciones, aumentaron los riesgos internos. Con esto, una parte de la población debe asumir el “otro lado” de la pandemia, lo que muestra que esta no afecta a todxs por igual. En tiempos de pandemia, las desigualdades se revelan aún más, y son las mujeres en muchos casos, mayormente afectadas dado que el sistema es doblemente punitivo para ellas; quedan sometidas a mayor precarización laboral, a las triples y simultáneas jornadas de trabajo y a la violencia en sus múltiples formas.

 Y lo que hace que esta situación sea todavía más compleja es el hecho de que en tiempos normales, el trabajo de las instituciones que asisten a las mujeres víctimas de violencia doméstica es incentivarlas a denunciar, pero ahora la urgencia es sacarlas de sus casas.

En el intento de hacer frente a esta situación, el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género lanzó un plan de contingencia para proteger a las mujeres víctimas de violencia doméstica, el que cuenta con medidas tales como: el refuerzo en los turnos del fono orientación, el incremento de la capacidad de las casas de acogida, y el lanzamiento de un chat especial para que las mujeres puedan comunicarse de manera “silenciosa”. Este tipo de medidas han resultado claramente insuficientes, pues las líneas de atención ya están saturadas y no responden a la actual contingencia. Otro problema que surge es la sub notificación de los casos, es decir, aunque el número de denuncias ha aumentado, especialistas afirman que los casos denunciados corresponden a un número mucho menor que la realidad, debido a la dificultad de las víctimas de poder denunciar a su agresor conviviendo 24 horas del día con él.

Hoy el diagnóstico es el siguiente: «Mujeres que se acercan a denunciar y sus denuncias son ignoradas. Regiones donde no hay disponibilidad en casas de acogida para mujeres que están en riesgo de muerte. Medidas cautelares que no sirven» (Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres, 2020). En suma, un Estado que no da garantía alguna de protección.

El gobierno actual continúa demostrando un actuar negligente frente al tema de violencia de género, partiendo por la elección de ministras que poco y nada de preparación real tienen en esta materia, las que sólo han logrado rechazo de parte de los movimientos feministas y de todas las organizaciones de la sociedad civil dedicadas al tema de los derechos y la equidad de género. Un Ministerio acéfalo, no sólo incapaz de garantizar las medidas de protección mínimas a las víctimas que pidieron su protección, sino que carente de un enfoque de derechos y de un enfoque integral que no sólo abarque la promulgación de leyes, sino que también destine más recursos a los servicios de prevención y ayuda, y haga mayores esfuerzos para contribuir a un cambio cultural que incluya generar conciencia sobre el alcance y el impacto de las desigualdades de género a nivel individual y social, a través de programas educativos tempranos y de movilización e intervención en las comunidades.

De este modo, la pandemia por la cual atravesamos nos viene a enrostrar, de manera descarnada, la precariedad e inefectividad de las políticas públicas en materia de violencia de género, y nos muestra  que si bien el derecho de las mujeres a vivir sin violencia es un derecho consagrado en los acuerdos internacionales sobre derechos humanos, la violencia contra éstas continúa aumentando y propagándose como una gran pandemia, pero una pandemia más naturalizada a la que, al parecer, muchxs ya están acostumbradxs.

Eloá Castro

Valery Dawson

Referencias

Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres (2020). El gobierno de Sebastián Piñera atenta contra la vida de las mujeres. Recuperado de: http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/el-gobierno-de-sebastian-pinera-atenta-contra-la-vida-de-las-mujeres/

Villafrade M.T. (abril de 2020). Se dispara la violencia contra la mujer: ¿qué hacer? Hogar de Cristo. Recuperado de: https://www.hogardecristo.cl/noticias/se-dispara-la-violencia-contra-la-mujer-que-hacer/

 

Esta columna es parte del esfuerzo de CERES a contribuir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas. Si te interesa saber más sobre los ODS, conocer lo que estamos haciendo para fortalecer la igualdad de género y colaborar con nuestro trabajo, puedes contactar con nosotros aquí.